¿Qué es la superchería sacerdotal en el Libro de Mormón?

El Libro de Mormón, que es utilizado por los mormones como un complemento de la Biblia, hace distinción entre el verdadero sacerdocio y la “superchería”. Superchería sacerdotal es una forma de falso sacerdocio y puede ser muy peligroso. Por supuesto, la práctica del sacerdocio no se limita sólo a los que poseen el sacerdocio. Cualquier persona que se supone que debe servir a Dios puede encontrarse a sí misma cayendo presa de los aspectos de esta práctica peligrosa.

orgullo-humildad-sacerdocio-2JS-01En el Libro de Mormón, un antiguo profeta llamado Nefi define la superchería:

“Él manda que no haya supercherías; porque he aquí, son supercherías sacerdotales el que los hombres prediquen y se constituyan a sí mismos como una luz al mundo, con el fin de obtener lucro y alabanza del mundo; pero no buscan el bien de Sión” (2 Nefi 26:29).

Sabemos, por supuesto, que Jesucristo es la luz del mundo, pero algunos ministros y maestros de la religión parecen poner el enfoque en ellos mismos cuando enseñan, actuando por orgullo, en lugar de humildad. Llegan a ser muy famosos, y su predicación viene acompañada de un montón de brillo y glamour. Se convierten en celebridades, teniendo una vida parecida a la de una estrella de rock. Aunque a veces la fama es inevitable, si es superchería sacerdotal o no depende de la forma en que el ministerio se lleva a cabo, el motivo detrás de las acciones. Cuando el vocero pasa más tiempo hablando de sí mismo y de lo maravilloso que es en lugar de hablar acerca de Dios y Su plan, puede ser considerado como superchería. Si prepara sus sermones con el principal objetivo de entretener, demostrando su propio talento como orador, o dándole a la gente lo que quieren en lugar de lo que Dios quiere para ellos, puede ser considerado como superchería también.

Sacerdocio sin remuneración

Veamos un ejemplo en el Libro de Mormón. Los líderes de la Iglesia en el Libro de Mormón se enorgullecían en el hecho de que no aceptaban pagos por su trabajo en la iglesia. Tenían un empleo regular y hacían su trabajo de la iglesia como voluntarios. (Los mormones de hoy también tienen un liderazgo laico). Ellos no se consideraban más importantes que los que no eran líderes de la iglesia.

Y cuando los sacerdotes dejaban su trabajo para impartir la palabra de Dios a los del pueblo, éstos también dejaban sus labores para oír la palabra de Dios. Y después que el sacerdote les había impartido la palabra de Dios, todos volvían diligentemente a sus labores; y el sacerdote no se consideraba mejor que sus oyentes, porque el predicador no era de más estima que el oyente, ni el maestro era mejor que el discípulo; y así todos eran iguales y todos trabajaban, todo hombre según su fuerza.

Y de conformidad con lo que tenía, todo hombre repartía de sus bienes a los pobres, y a los necesitados, y a los enfermos y afligidos; y no usaban ropa costosa; no obstante, eran aseados y atractivos (Alma 1 :26-27).

Por desgracia, un hombre llamado Nehor tenía otras ideas sobre cómo debería funcionar el sacerdocio, y él se fue a trabajar para tratar de convencer a la gente que tenía razón. En el mismo capítulo citado, nos enteramos de que él se estableció como un sacerdote y comenzó a predicar su versión del evangelio a las personas. Él enseñó que los sacerdotes y los maestros debía ser pagados por su público y no debían tener otros empleos o fuentes de ingresos. Él enseñó que para ser capaz de mantenerse a sí mismos a través de sus enseñanzas, necesitaban volverse populares.

Cuando la popularidad es más importante que Dios: superchería sacerdotal

Nehor demostró lo que quería decir haciéndose popular a sí mismo. ¿Cómo hizo eso? Bueno, si quiere un montón de seguidores que le hagan rico, tiene que decirles lo que quieren oír, que no siempre es lo que Dios quiere que les diga. Lo que Dios pide es a menudo difícil, y la gente a menudo no quiere oírlo. Así, Nehor enseñó que no era importante vivir moralmente limpio, guardar los mandamientos, o hacer cualquier tipo de sacrificios terrenales en absoluto, porque Dios iba a salvar a todos al final. Este era el tipo de cosas que a la gente le gusta oír. (Hoy en día, nos referimos a esto como una salvación barata o fácil). Esto significaba que podían llamarse a sí mismos cristianos, pero el pecado era todo lo que realmente querían. No había ninguna necesidad de cuidar de los pobres, tratar a los demás con amabilidad, tener auto-disciplina, o poner a Dios en primer lugar. Desarrolló una gran cantidad de seguidores diciéndoles lo que querían oír, y estaban dispuestos a darle dinero, para que él continuara mintiéndoles. Él comenzó una iglesia y comenzó a vestirse con ropa cara. Era muy orgulloso, su éxito se centraba en él, no en Dios.

El problema, por supuesto, era que su predicación también trataba toda acerca de él, no de Dios. Estaba mintiendo a sus seguidores. Cualquiera que haya pasado algún tiempo leyendo las Escrituras sabe que Dios es muy claro acerca de que nuestras acciones importan. No nos salvan, pero demuestran nuestro compromiso con Dios y Jesucristo y nuestro amor por ellos. Hacer que estas personas piensen que podrían salvarse sin importar cuán malvados eligieran era cruel, porque era una mentira. Estaba mintiendo con el fin de ganar seguidores, obtener el estatus de celebridad, y ganar dinero. Cuando Gideón, un maestro en la verdadera iglesia, lo enfrentó sobre su engaño, trató de matarlo con su espada.

¿Por qué era tan peligroso el comportamiento de Nehor, la cual era superchería sacerdotal en su peor grado? Debido a que quería fama y fortuna, le resultaba más útil predicar las ideas populares, en lugar de la verdad. La verdad no era divertida o popular. Él enseñaba sólo lo que la gente quería escuchar y que por ello pagaba. Esto condujo a las tentaciones que le hicieron representar a Satanás, no a Dios.

La mayoría de nosotros no estamos detrás de la fama y la fortuna, pero podemos encontrarnos en situaciones que nos pueden llevar a la práctica de la superchería, incluso cuando no hay dinero de por medio en lo absoluto. Todo se reduce a nuestra intención.

Todos podemos ser tentados a ponernos a nosotros mismos antes de Dios

Aquí hay un ejemplo muy simple de mi propia vida. Me encanta contar historias y, en general se me considera una buena maestra de niños. Cuando solía contar historias en mis clases en mis primeros días como maestra de religión de los niños, les hablaba demasiado y se enredaban. Las lecciones del manual a veces eran aburridas. Darle un poco de brillo estaba bien, pero a veces estaba más interesada en contar una gran historia y entretener a los niños en lugar de enseñar del mensaje moral.

Un día conté una historia aburrida sobre una chica que se escabulló de la cama y jugó toda la noche. Al día siguiente, estaba cansada y de mal humor en su hogar y en la iglesia. Aprendió a obedecer a sus padres con el fin de tener un buen día. Modelé mi propia narración en base a un libro popular para niños y la hice entretenida y divertida. Hablé al detalle sobre la mala acción y los resultados y luego pasé a toda prisa hasta la lección aprendida, ya que la historia no era muy divertida. A la semana siguiente, una niña me dijo que había hecho exactamente lo que enseñé en la historia. Me complació y le dije: “¿obedeciste a sus padres para tener un buen día?”

“No, me escabullí de la cama y jugué hasta altas horas de la noche”.

bendiciendo-santa-cena-mormona1-224x300Me quedé sin aliento y me sentía avergonzada. Mi deseo de mostrar mis habilidades narrativas había llevado al niño a pensar que yo quería que se portara mal. Esta era la esencia de la superchería, había enseñado por medio de mi propio ego, y no por medio de Dios. Le pedí disculpas a los niños (y más tarde a los padres de la niña) y le expliqué lo que había hecho mal y lo que se suponía que la historia debía enseñar.

Los niños me pidieron que les contara la historia de nuevo. Lo hice, pero esta vez la conté de manera simple y silenciosa, lo que minimizó el mal comportamiento y amplificó el cambio de actitud que llevó al niño a aprender a obedecer. Sorprendentemente, les gustó más esta versión y a menudo pedían que se la contara de nuevo.

Aunque la mayoría de nosotros no vamos a comenzar iglesias para beneficio popular, podemos quedar fácilmente distraídos del objetivo final de nuestro trabajo religioso, llevar a las almas a Cristo. Si perdemos de vista ese objetivo, estamos en peligro de volvernos muy parecido a Nehor y de decepcionar a Dios y a aquellos a quienes enseñamos. El verdadero cristianismo viene cuando Dios es el único motivador de nuestras acciones.

Artículo escrito por

Terrie Lynn Bittner

 

 

Terrie Lynn Bitter

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