5 bendiciones que se reciben después de servir en una misión

ayudar a mi misionero

Al pensar en el maravilloso privilegio que el Padre concede a miles de sus jóvenes hijos, hombres y mujeres, sea durante dos años o dieciocho meses, de poder representarle como siervos y portavoces autorizados de Su Hijo, llevando su mensaje de redención a todo pueblo, nación tribu o lengua; no podemos menos que reconocer las innumerables bendiciones que como resultado de un servicio devoto y consagrado Él con amor nos brinda.

La misión nos permite desarrollar una relación personal con nuestro salvador

Con algunas excepciones, al sumarnos al grandioso batallón de soldados que van por el mundo proclamando las ‘buenas nuevas de gran gozo’, es casi común que nuestro conocimiento acerca del Unigénito del Padre sea al principio, todavía incipiente, sin embargo, como sus representantes ¿Con cuánta frecuencia acudimos al Señor en busca de respuestas a través de su palabra revelada, a fin  de obtener su inspiración al buscar a sus ovejas, al obedecer sin replicar, al preparar lecciones misionales adaptándolas a cada caso en particular, al ayunar para dominar una debilidad, para lograr el apoyo de los miembros, por nuestro compañero (a), esperando un milagro, al derramar nuestra alma entera en gratitud por su misericordia y amor?.

Todo ello, crea en nosotros un sentido de dependencia porque empezamos a relacionarnos con Él; es así como llegamos a conocerle, a desarrollar uno a uno los atributos de Cristo, a sentir gozo al servir a nuestros semejantes y a convertirnos en verdaderos discípulos.

 “Y tan cierto como vive el Señor, que cuantos creyeron, o sea, cuantos llegaron al conocimiento de la verdad … según el espíritu de revelación y de profecía, y el poder de Dios que obraba milagros en ellos, sí, os digo, que así como vive el Señor, cuantos … creyeron en su predicación y fueron convertidos al Señor, nunca más se desviaron” (Alma 23:6)

creencias mormonas sobre jesucristo

Un testimonio logrado de esa forma, construye una base sólida sobre la cual podemos edificar un futuro maravilloso y eterno que prevalecerá en medio de la oposición, tribulación y prueba a través de los años aun después de ser relevados.

La misión hace crecer un amor genuino por nuestros semejantes

Nunca como durante este tiempo nos despojamos de todo tipo de egoísmo, vanidad, orgullo, envidia e impaciencia. En cambio, cedemos paso al amor, gozo, paz, longanimidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Gálatas 5:22-23).

Amamos a Dios, amamos a nuestro compañero (a), con quien desarrollamos una relación tan especial de hermandad, muy similar a la que existió entre Moroni y Lehi hallándose en la ciudad de Mulek …

“… he aquí, este Lehi era el que había estado con Moroni en la mayor parte de todas sus batallas; y era un hombre semejante a Moroni, y se regocijaban en la seguridad del uno y del otro; sí, se amaban el uno al otro; y también los amaba todo el pueblo de Nefi.” (Alma 53:2)

misioneros

Y a cada alma que El Padre nos concede encontrar en nuestro camino.  Es a través del servicio a nuestros semejantes que llegamos a desarrollar caridad que es el amor puro de Jesucristo. No es entonces difícil comprender el sentimiento que llevó a Alma hijo, refiriéndose a los zoramitas apóstatas, a exclamar :

¡He aquí, sus almas son preciosas, oh Señor, y muchos de ellos son nuestros hermanos; por tanto, danos, oh Señor, poder y sabiduría para que podamos traer a estos, nuestros hermanos, nuevamente a ti! (Alma 31:35)

Llegamos a amar incondicionalmente a quienes no conocemos a tal punto que podríamos dar hasta nuestra vida por ellos si necesario fuera.

La misión nos prepara para desarrollar habilidades de liderazgo

El cometido del misionero no es ‘hacer carrera’ en la misión, sin embargo, como parte de ella, le proporciona innumerables oportunidades para desarrollar habilidades de liderazgo que le permitirán continuar en el servicio aun cuando haya concluido su período misional. He aquí algunas de ellas:

Ser una influencia positiva, motivadora e inspiradora en todo lugar y circunstancia.

“Y era Moroni un hombre fuerte y poderoso, un hombre de un entendimiento perfecto … un hombre cuya alma se regocijaba en la libertad e independencia de su país, y en que sus hermanos se libraran de la servidumbre y la esclavitud; sí, un hombre cuyo corazón se henchía de agradecimiento a su Dios por los muchos privilegios y bendiciones que otorgaba a su pueblo; un hombre que trabajaba en gran manera por el bienestar y la seguridad de su pueblo. Sí, y era un hombre firme en la fe de Cristo… (Alma 48:11-13)

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Adaptación a los cambios.

En cada asignación es requerido adaptarse al lugar, clima, comida, compañero (a), al itinerario, idiosincrasia, costumbres, personas, etc.

Disposición para obedecer.

Como misioneros estamos sujetos a reglas misionales que necesitamos cumplir y a la dirección y guía de nuestros líderes, tales como: Presidente de Misión, asistentes, líderes de zona, de distrito, etc. Obedecemos sin cuestionar y servimos con dignidad.

“Sí, y obedecieron y procuraron cumplir con exactitud toda orden; sí, y les fue hecho según su fe …” (Alma 57:21)

Sensibilidad espiritual.

Al escuchar la voz del Espíritu Santo y procurar seguir su influjo día a día, todo siervo de Dios agudiza su oído, dispone su voluntad y consagra sus acciones a quien representa, de tal modo que puede acceder a la ayuda de los cielos.

“El Espíritu es el elemento más importante en esta obra. Cuando el Espíritu magnifica su llamamiento, usted puede realizar milagros para el Señor en el campo misional. Si no cuenta con el Espíritu, nunca tendrá éxito, sin importar cuánto talento y habilidad tenga” (en Predicad Mi Evangelio, pág. 176).

Oportunidades de liderazgo.

Dentro de un compañerismo, de un área, un distrito o zona; organizando, programando, analizando, evaluando, instruyendo, dando seguimiento, guiando, innovando y reportando.

Desarrollo de talentos.

A través del servicio, no solo ponemos a prueba nuestra resistencia, fe, obediencia y múltiples atributos, sino que adquirimos nuevas destrezas y habilidades, recibimos dones que acompañan a este sagrado llamamiento, lo que nos brinda crecimiento y determina en gran medida el éxito que podamos lograr dentro de la misión y fuera de ella.

Llegamos a entender que no existe llamamiento pequeño o insignificante, solo un llamamiento divino que proviene de Dios, el privilegio de ser escogidos por Él y el deseo de convertirnos en instrumentos en sus manos.

La misión nos capacita para el matrimonio

Al Servir como misioneros, se nos asigna un compañero (a), al lado del que compartimos aprendizaje, experiencia y servicio. Con quien oramos, hacemos ejercicios, estudiamos, nos alimentamos, reímos, lloramos, discrepamos, nos reconciliamos, ayunamos y obramos bajo la guía del Padre. Desarrollándose así un lazo afectivo y espiritual difícil de romper entre ambos, esta asociación que como misioneros establecemos con el Señor es similar a la que establecemos ya como una unidad eterna dentro de los sagrados lazos del matrimonio después de este período misional con nuestro compañero (a), la misma que es sellada por el Santo Espíritu de la promesa y a la que acompañará una gloria eterna al salir de esta vida si permanecemos fieles a este convenio.

pareja en la mision

Declaró por tanto el Predicador: “Mejor son dos que uno, porque si caen, el uno levantará a su compañero, pero, ¡ay del solo!, porque cuando caiga no habrá otro que lo levante” (Eclesiastés 4:9-12)

 

La misión nos ayuda a desarrollar una perspectiva eterna de nuestra vida

Si bien, al acceder a una oportunidad misional, contamos con cierta visión de lo que deseamos lograr a través de nuestro servicio, muchos albergamos sueños, ilusiones y metas de cumplimiento futuro. A través de esta experiencia nos purificamos, forjamos nuestro carácter, dominamos nuestro temperamento, alcanzamos madurez espiritual, lo que nos permite ver más allá de lo que nuestros ojos , entonces empezamos a crecer, a madurar, a obtener sabiduría para tomar decisiones cuando llega el relevo. En otras palabras, adquirimos una nueva perspectiva de nuestra vida, la cual  nos orienta hacia nuestros más vitales objetivos: una familia, una carrera, un trabajo, un llamamiento al servicio, la vida eterna.

“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño…” (1 Corintios 13:11)

Edith en la misión

“Su misión es un campo de entrenamiento para toda la vida. Las experiencias, lecciones y testimonio obtenidos por medio de un servicio fiel están destinados a proporcionar una base centrada en el Evangelio que persistirá durante la vida mortal y en las eternidades. Sin embargo, para que las bendiciones continúen después de la misión, hay condiciones que se deben cumplir. En Doctrinas y Convenios leemos: “Porque todos los que quieran recibir una bendición de mi mano han de obedecer la ley que fue decretada para tal bendición, así como sus condiciones” (D. y C. 132:5)

(La oportunidad de toda una vida/ W. Christopher Waddell/ Liahona de octubre del 2011)

No hay ningún ex misionero para quien sea demasiado tarde considerar las lecciones obtenidas por medio de un servicio fiel y aplicarlas con más diligencia. Al hacerlo, sentiremos la influencia del Espíritu más plenamente en nuestra vida, nuestra familia se fortalecerá y nos acercaremos más a nuestro Salvador y al Padre Celestial. El élder L. Tom Perry extendió esta invitación: “Hago un llamado a ustedes, ex misioneros, para que redediquen su vida, para que renueven su deseo y espíritu del servicio misional. Les llamo para que tengan la apariencia de un siervo, para que sean un siervo y para que actúen como un siervo de nuestro Padre Celestial… Deseo prometerles que hay grandes bendiciones reservadas para ustedes si continúan adelante con el celo que una vez poseyeron como misioneros de tiempo completo” (Presidente Gordon B. Hinckley/ “El ex misionero”, Liahona, enero de 2002, págs. 88-89).

Soy producto de la obra misional, amo a aquellos misioneros que trajeron a mi vida la luz del Evangelio y verdad divinos, amo a quienes el Padre me permitió compartir esa misma luz; estarán por siempre en mi corazón. Agradezco cada lección aprendida, cada experiencia vivida, cada bendición recibida y si hoy, después de más de 30 años aun permanezco en la senda, sirviendo con devoción al Señor, criando una familia de su mano es en gratitud por todo lo que Él me brindó y que jamás podré pagar. La misión en verdad, cambia vidas, cambió la mía y la de toda mi familia, y de ello doy fiel testimonio en el nombre de mi Señor, Salvador y Rey.

 

 

Comentarios
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Que hermoso Articulo!!
Rosalba Santos
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Hortenledez@hotExcelente artículo
Hortenc

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