Una mejor manera de preguntar: ¿Cómo estás realmente?

Imagina este momento complicado. Un conocido está pasando por algo desgarrador como la depresión, o el desempleo o un divorcio difícil y tu quieres acercarte y brindarle apoyo moral pero sabes que la necesidad es más profunda que un simple: “¿cómo estás?”.

Con los hermanos o los amigos, a veces puedes preguntar “dime, ¿cómo estás realmente?” pero eso puede ser muy personal en muchas ocasiones. Tú quieres respetar la privacidad de tus amigos y sus límites emocionales. No estás tratando de insinuar que sus respuestas son indiferentes o deshonestas o que estás tratando de ser su consejero. Tampoco estás tratando de ampliar el hecho de que están débiles o luchando. Así que, ¿qué puedes hacer para que sean abiertos contigo sin que parezcas un entrometido?

Mi amiga Ana es alegre, divertida, artística, generosa e inspiradora a pesar de soportar la lenta degeneración de la esclerosis múltiple desde el 2001. Ella ha escuchado la pregunta, ¿cómo estás? más de 10.000 veces de gente amable a su alrededor, y aquí está lo que ella me dijo:

Me siento agradecida por las personas que me preguntan cómo estoy porque eso significa que me aprecian. Yo sé que no lo hacen despectivamente. Pero hay una desventaja en la pregunta, ”¿cómo estás?” me obliga a evaluar mi desempeño y eso puede ser deprimente. Es casi como si la gente preguntara:  ¿qué tan bien estás aguantando la vida? ¿te sientes fuerte? ¿lo estás enfrentando bien o pésimamente? ¿te estás destrozando? Algunas veces no me siento muy bien pero quiero sonar como si lo estuviera sobrellevando bien, así que contesto alegre o vagamente”.

Con 10 años de enfermedad, Ana se sorprendió cuando por primera vez, una amiga le hizo una pregunta diferente que nunca había escuchado antes.

“¿Cómo es tener esclerosis múltiple?”

Ana expresó, “me sorprendió lo diferente que esta pregunta sonó para mí”. Me sentí libre de hablar sobre la esclerosis múltiple desde la perspectiva de una tercera persona, sin tener que autoevaluarme. Al distanciarme de mi propia prueba me di cuenta de lo terrible que es que otras personas estén padeciendo esa enfermedad y dejé de preocuparme por la forma en la que yo estaba afrontando la prueba. Me sentí con libertad de hablar sobre las partes más difíciles de la prueba porque no se reflejaban necesariamente en mi propia habilidad de afrontar la enfermedad.

Las preguntas “¿cómo estás? ó, “¿cómo estás realmente?” hicieron parecer que Ana estaba en un lugar de necesidad y de probación. Que ella necesitaba compasión por su debilidad potencial.  Y para responder honestamente, Ana tenía que evaluarse a sí misma y a su desempeño.

La pregunta “¿cómo es?” le permitió a Ana compartir su dura experiencia en un tema tan difícil. Ya que la pregunta se enfocó en el entorno externo, en vez de la capacidad individual de Ana, sonó más comprensivo y menos crítico. También transmitió humildad intelectual, el deseo de aprender y la suposición de que esa amiga comprensiva se beneficiaría de la perspectiva de Ana.

Considera cómo la reformulación de estas preguntas frecuentes facilita su respuesta:

¿Cómo te va con la búsqueda de trabajo?

¿Cómo es la búsqueda de trabajo en estos días?

¿Cómo te va en tu nueva escuela?

¿Cómo se siente ser el chico nuevo? ¿Cómo es tu escuela nueva?

¿Cómo te fue en el tribunal del divorcio?

¿Cómo es un tribunal?

¿Cómo te va con tu nueva familia?

¿Qué tal es adaptarse a una familia nueva?

¿Cómo estás? ¿Estás recuperándote bien?

¿Cómo es recuperarse de este tipo de cirugía?

Los líderes pueden usar esta pregunta en oración para profundizar las conversaciones y las amistades en los salones de la iglesia también. Algunos temas (pecados, disputas familiares, etc.) podrían ser muy personales para discusiones públicas. Pero muchos de esos temas podrían beneficiar a todo el grupo. ¿Se beneficiarían los miembros del barrio al destacar las pruebas que están pasando algunos de los miembros que se encuentran allí reunidos? ¿Un miembro específico estaría cómodo y agradecido por la oportunidad de explicar públicamente la naturaleza compleja de una prueba específica? Ya sea por 3 minutos o por 30 minutos, este tipo de intercambio tiene el potencial de convertir una simple charla en una cadena de apoyo compasivo.

-¿Cómo es internar a un padre en una clínica?

-¿Cómo es tener un hijo alérgico al maní?

-¿Cómo es tener la familia en el ejército?

-¿Cómo es pasar la navidad por primera vez sin tu cónyuge?

Le pregunté a mi amiga Ana, qué le diría ella a la Sociedad de Socorro si tuviera que hablar durante 5 minutos sobre los desafíos de la esclerosis múltiple. Ella me dijo que muchos miembros del barrio la han visto totalmente agotada con debilidad muscular, por lo que ya no la invitan a ninguna actividad que pudiera gravar su fuerza.  Ellos no saben que la esclerosis múltiple entra en remisión durante algunos días, durante los cuales Ana puede ir a nadar y sacar el perro como cualquier otra persona. Ella desea que, en vez de excluirla cortésmente, los miembros del barrio la sigan invitando a las actividades y le permitan a ella tomar su propia decisión sobre si puede participar o no.

No estoy diciendo que la frase “¿cómo es?” es una flecha que entra directamente al corazón de cualquier situación. Construir relaciones abiertas y de confianza toma mucho tiempo y amor. Y a pesar de eso, no todos se abren completamente y eso está bien. Muchos aún contestan casualmente o positivamente o de manera impersonal tal como: “¡estoy genial!” ó “¡no es la gran cosa!” Pero en algunas conversaciones, he notado que las personas se sienten más confiadas de decir, “ha sido demasiado difícil…” y muchas veces, esto no comienza con un sólo intercambio significativo, sino con toda una serie de conversaciones reales.

Me pregunto: ¿cuánto más sensible y compasivo yo sería si hubiera hecho estas preguntas cuidadosa y consistentemente durante los últimos 40 años? ¿cuántas amistades más cercanas hubiera hecho si hubiera comenzado la conversación simplemente con la frase,

Ayúdame a entender. ¿Cómo es…?

 

Este artículo fue escrito originalmente por Shalissa Lindsay y publicado en ldsmag.com con el título “A Better Way To Ask “How Are You REALLY Doing?”

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