Cuando el Élder Holland habló sobre los ángeles que se encuentran entre nosotros y el “ángel” que rescató a un niño perdido

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A medida que nos preparamos para la conferencia general, resaltaremos mensajes de las conferencias pasadas para ayudarnos a revisar, recordar y acercarnos al Espíritu con el fin de que podamos reconocer mejor la voz y la guía del Señor este próximo mes de octubre. El Élder Jeffrey R. Holland compartió este mensaje en octubre de 2008. (Léelo completo aquí). Después de hablar sobre las innumerables maneras en que los ángeles celestiales nos ministran en la mortalidad, el Élder Holland compartió esta conmovedora historia:

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He hablado aquí sobre la ayuda celestial y los ángeles enviados para bendecirnos en tiempos de necesidad. Sin embargo, cuando nos referimos a aquellos que son instrumentos en las manos de Dios, se nos recuerda que no todos los ángeles provienen del otro lado del velo. Caminamos y hablamos con algunos de ellos… aquí, ahora y todos los días. Algunos de ellos viven en nuestros propios vecindarios. Algunos de ellos nos dieron la vida y en mi caso, uno de ellos aceptó casarse conmigo. De hecho, el cielo nunca parece tan cercano hasta que vemos el amor de Dios manifestado en la amabilidad y la fidelidad de las personas tan buenas y puras que angelical es la única palabra que viene a mi mente… Compartiré con ustedes un relato de mi amigo y colega de BYU, el fallecido Clyn D. Barrus. Lo hago con el consentimiento de su esposa, Marilyn, y su familia.

Refiriéndose a su infancia en una extensa granja de Idaho, el hermano Barrus comentó sobre la asignación que tenía todas las noches de reunir a las vacas para el momento de ordeñarlas. Debido a que las vacas pastaban en un campo que lindaba con el río Teton, que de vez en cuando era peligroso, la regla estricta en el hogar de los Barrus era que en primavera, durante la temporada de inundaciones, los niños nunca fueran detrás de ninguna vaca que cruzara el río. Siempre tenían que volver a casa y buscar la ayuda de una persona mayor.

Un sábado, poco después de su séptimo cumpleaños, los padres del hermano Barrus le prometieron a la familia que irían al cine esa noche si terminaban las tareas a tiempo. Sin embargo, cuando el joven Clyn llegó a la pastura, las vacas que buscaba habían cruzado el río, a pesar de la temporada alta de inundación. Al darse cuenta de que su inusual noche en el cine estaba en peligro, decidió ir solo tras las vacas, aunque se le advirtió varias veces que nunca hiciera eso.

A medida que el niño de siete años arreaba a su viejo caballo, Banner, hacia la corriente fría y veloz, la cabeza del caballo apenas sobresalía del agua. Si un adulto se hubiera sentado sobre el caballo, habría estado a salvo, pero a la tierna edad del hermano Barrus, la corriente lo cubría completamente excepto cuando el caballo se impulsaba hacia adelante varias veces, logrando que la cabeza de Clyn saliera del agua el tiempo suficiente para tomar aire.

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A continuación, cito las palabras del hermano Barrus:

“Cuando el caballo por fin subió a la otra orilla, me di cuenta de que mi vida había estado en grave peligro y que había hecho algo terrible: había desobedecido a mi padre a sabiendas. Sentí que sólo podría redimirme si llevaba las vacas a salvo a casa; tal vez así mi padre me perdonaría. Pero ya había caído la tarde y no estaba seguro dónde me encontraba. Me sentía desesperado; estaba mojado, tenía frío, estaba perdido y tenía miedo.”

“Me bajé del viejo caballo, caí al suelo y empecé a llorar; entre fuertes sollozos, traté de orar, repitiéndole una y otra vez a mi Padre Celestial: ‘Lo siento; ¡perdóname! ‘Lo siento; ¡perdóname!’”

“Oré largo tiempo; cuando por fin levanté la vista, vi a través de las lágrimas una figura vestida de blanco que caminaba hacia mí. En la oscuridad, estaba seguro de que era un ángel enviado en respuesta a mis oraciones. No me moví ni hice ningún ruido a medida que la figura se me acercaba; de tal forma me había conmocionado lo que veía. ¿De verdad enviaría el Señor un ángel, a mí, que había sido tan desobediente?”

“Entonces una voz conocida dijo: ‘Hijo, te he estado buscando’. En la oscuridad reconocí la voz de mi padre y corrí hacia sus brazos extendidos. Me abrazó fuertemente y dijo con ternura: ‘Estaba preocupado; me alegra haberte encontrado.’”

“Traté de decirle cuánto lo sentía, pero de mis labios temblorosos sólo salieron palabras incoherentes: ‘Gracias… oscuridad… miedo… río… solo’. Más tarde, me enteré que cuando yo no había vuelto de la pastura, papá había ido a buscarme. Cuando no me encontró ni a mí ni a las vacas, supo que había cruzado el río y que estaba en peligro. Debido a que ya había anochecido y que era crucial que me encontrara lo antes posible, se quitó la ropa, quedándose sólo vestido con la ropa interior termal, se amarró los zapatos al cuello y nadó en el peligroso río para rescatar a un hijo descarriado.”

Artículo originalmente escrito por LDS.org y publicado en ldsliving.com con el título “When Elder Holland Spoke of Angels Among Us and the “Angel” Who Rescued a Lost Boy.”

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