Cuando la respuesta es Paz

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Las respuestas a mis oraciones personales siempre han venido de muchas formas diferentes. A veces es música tranquilizadora en el momento adecuado, una escritura que habla a mi corazón, o un impulso para llegar a alguien y servir. A veces, finalmente pasa algo que pensé que nunca pasaría. Pero cuando estoy pasando por más dificultades, a veces es una respuesta diferente. Y a menudo soy reacia a reconocer y ser agradecida por la respuesta. Es una respuesta que es difícil “escuchar” porque no siempre se siente como una. Es cuando la respuesta es paz.

En el Nuevo Testamento, en Mateo 8 y Marcos 4, leemos como el Salvador Jesucristo acababa de terminar el Sermón del Monte. Él fue sanando a otros, y luego, de acuerdo a cómo las multitudes se reunían, Él se fue en una barca, y Sus discípulos lo siguieron.

“Entonces se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca; de tal manera  que ya se anegaba.”

“Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?

“Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza “(Marcos 4: 37-39).

¿Cuántas veces he preguntado a los cielos: “¿No te da pena el vernos?” O “¿Puedes aún dormir?” (“Paz, cálmense” 54). Tal vez el Salvador podría haber tan sólo respondido a la pregunta. Que sí le importa. Que el barco no se hundirá. Pero en vez de eso, “se levantó … y dijo al mar: Calla, enmudece. … Y se hizo grande bonanza. “

Los discípulos querían saber si el Salvador se preocupaba. El Salvador les dio paz en la tormenta.

Cuando he preguntado, “¿Cómo es que tengo que lidiar con esta situación en particular en mi vida?” No suelo obtener la respuesta que esperaba. Y probablemente no la apreciaría si la obtuviera de esa forma.

Si Dios respondiera todas mis preguntas con una respuesta hablada, probablemente no siempre entendería o bastaría para mi necesidad. Los hechos del asunto no siempre son lo que necesito, a pesar de que es lo que creo que quiero.

En cambio, hay “grande bonanza”. La respuesta es simplemente la paz.

Cuando mi mamá entró a cirugía cerebral dos veces mientras yo estaba en mi misión, no había manera en que yo pudiera investigar y entender por lo que ella estaba pasando. No pude encontrar las respuestas a “¿Cuáles son los resultados de esta cirugía en particular?” O “¿Cómo exactamente se llevará a cabo?” El Señor podría haber respondido a esas preguntas. Pero en su lugar, hubo grande bonanza. Paz.

Mi padre tuvo cirugía de corazón abierto hace unos años, las cosas no salieron exactamente como estaba planeado.Mi mamá y yo nos sentamos en la sala de espera a través de dos largas cirugías tarde por la noche.

Necesitaba saber si estaría bien, si todo salió normal, si Dios se preocupaba. Podría haber dicho: “Sí, me importa”. De alguna manera, Él lo hizo. Sentí una grande bonanza. Paz. Lo que no era sólo una señal que le importaba, sino un bálsamo para un alma cansada.

Al ir mi abuela a la sala de emergencias debido a complicaciones por neumonía y el personal del hospital echó a perder algunas cosas, eventualmente la sepsis nos llevó al doloroso punto de decidir dejarla regresar a su celestial hogar.

Quería saber por qué Dios dejó que el personal del hospital echara a perder las cosas. Quería saber si alguien pagaría por el error.

En su lugar, hubo una grande bonanza. Paz.

Es una respuesta más común cuanto más reflexiono sobre ella. Al recibir oportunidades para servir en la Iglesia, al comenzar nuevos semestres, al iniciar nuevos trabajos. Al asumir nuevos proyectos en el trabajo.

Cuando tengo que lidiar con dificultades dolorosas en momentos de depresión. Cuando lidio con el inmenso dolor y angustia causados por las decisiones de otros.

Al ver a los demás luchar tan profundamente y no saber cómo ayudarlos. Cuando no entiendo ciertos puntos de doctrina o política.

Mientras trato de superar un corazón roto y me pregunto si alguna vez seré capaz de amar de nuevo.

Dios podría simplemente decirme por qué está sucediendo esto y lo que significa todo. Podría dar respuestas directas. Y a veces lo hace. Pero la mayoría de las veces, Él da lo que realmente necesito. Una grande bonanza. Paz.

 “¿No hablé paz a tu mente en cuanto al asunto? ¿Qué mayor testimonio puedes tener que de Dios? “

(D. y C. 6:23).

 

El Salvador, nuestro Príncipe de Paz, nos dice: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.”(Juan 14:27).

No como el mundo la da. No es una respuesta rápida. No es una lista de cinco cosas que podemos hacer para resolver nuestro problema. No es una visión histórica en nuestras mentes. No es un método para convertir nuestros síntomas en un diagnóstico. No es una cura. No es traer a nadie de vuelta. No es restitución ni reconciliación inmediatas. No siempre es una llamada telefónica cuando la necesitamos. No siempre es alguien que llega en el momento correcto. Esos momentos sí ocurren, y estoy agradecida por ellos.

Pero a veces, todo lo que necesito es una grande bonanza. Cuando la respuesta es paz.

 

Fuente: LDS.org

 

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