¿CÓMO ESCUCHO AL ESPÍRITU SANTO?

Era un día espléndido de la  primavera de 1985 en la ciudad de Chimbote, un día tan esperado por mi compañera y yo, ese día se daría un acontecimiento histórico en la vida de una hermosa familia, harían un convenio sagrado con el Señor, entrarían en las aguas del bautismo; estaban tan animados, pero nadie más que nosotras. El padre era sordo, su esposa no sabía leer, por tanto, adaptábamos las lecciones para ellos para asegurarnos que entendieran bien.

Después de orar, desayunamos y nos dirigimos a la Casa – Capilla para disponer todo lo necesario para el servicio bautismal, pero, nos encontramos con un inconveniente, el pozo (construido de ladrillos por los miembros de la Iglesia  para ser usado como pila bautismal) no tenía agua, debíamos apresurarnos para llenarlo, teníamos poco tiempo pues el servicio era por la mañana, abrimos los caños sin resultado alguno, entonces, nos dirigimos de inmediato a nuestra pensión, esperando tal vez, encontrar agua allí; se nos hizo saber que no habría agua en algunos días y que no era el día que tocaba al camión cisterna abastecer a la población. Aun así, tocamos las puertas de los vecinos con la esperanza de juntar algunos baldes de agua y, de este modo superar este desafío, sin embargo, no pudimos lograrlo.

Hasta este punto nos sentimos un tanto descorazonadas, esta familia era anciana y les era dificultoso trasladarse sin ayuda, solo había algo por hacer: pedir guía y dirección al Señor, fuimos a nuestro cuarto, nos arrodillamos y, por turnos derramamos nuestra alma en oración a Dios.

La familia estaba preparada, había ganado un testimonio, estábamos sirviendo con el corazón y dispuestas a hacer su voluntad sea la que fuera. Pasaron unos minutos y esperamos un poco, de pronto escuché una voz cual si fuera un susurro en mi oído, con tal claridad que realmente me asombré: ‘salgan sin demora a buscar agua’, era precisamente lo que hace tan solo unos minutos habíamos hecho, sin embargo, sin dudarlo nos prestamos bateas y salimos a buscar agua.

Pero había otro problema: no sabíamos qué dirección tomar, mas no dudábamos que el Señor sí; después de correr y buscar por diferentes lugares, divisamos al fondo de una calle colindante a la Casa – Capilla ‘nada más y nada menos’ que ¡un camión cisterna! ¡No podíamos creerlo! ¿Cómo apareció si no era un día de abastecimiento? ¡Dios envió un camión cisterna para que se efectuara esta ordenanza sagrada! Corrimos tras él y gritamos todo lo que pudimos a fin de llevarlo a la Casa – Capilla, así lo hicimos, se llenó el pozo y en un ambiente de profunda humildad y gratitud, esta especial familia descendió a las aguas del bautismo. Al llegar a nuestro cuarto, doblamos nuestras rodillas, esta vez para dar gracias al Señor por tan grandioso milagro.

Al reparar en esta experiencia, podríamos válidamente preguntarnos en medio de tantas voces estridentes provenientes de varias fuentes ¿cómo escucho al Espíritu Santo? El profeta José Smith enseñó: “al aprender a reconocer y entender el Espíritu de Dios, podrán crecer en el principio de la revelación hasta que lleguen a ser perfectos en Cristo Jesús” (Enseñanzas del profeta José Smith página 138). En otras palabras, existen condiciones a través de las cuales podemos acceder  a la guía de este Consolador a lo largo de toda nuestra vida.

DEBEMOS AFINAR NUESTROS OÍDOS PARA ESCUCHAR Y RECONOCER AL ESPÍRITU SANTO.

El Señor, en una revelación dada a Oliver Cowdery  instruyó: “Sí, he aquí, hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá sobre ti y morará en tu corazón. Ahora, he aquí, este es el espíritu de revelación …” (D. y C.8:2-3) . La voz del Espíritu no es una voz estridente, más bien,  dulce y apacible pero penetrante y para poder escucharla, necesitamos bajar el volumen de nuestra voz, el ritmo de nuestros pensamientos, la velocidad de nuestros pasos. Este no solo habla a nuestra mente a través de ideas y pensamientos, sino a través de nuestro corazón, por medio de sentimientos. Resulta mucho más sencillo reconocer su voz cuando cultivamos un sincero deseo de establecer una relación estrecha con Él, aplicar más que el sentido para escucharlo y entender su mensaje, además de cultivar la disposición para dejarnos guiar por Él. “fuimos a nuestro cuarto, nos arrodillamos y, por turnos derramamos nuestra alma en oración a Dios”

DEBEMOS SINTONIZARNOS CON SU FRECUENCIA.

Para aprender a oír y entender al Espíritu se necesita un esfuerzo considerable; sin embargo, el Señor ha prometido que los fieles “recibirá[n] revelación tras revelación, conocimiento sobre conocimiento, a fin de que conozca[n] los misterios y las cosas apacibles, aquello que trae gozo, aquello que trae la vida eterna” (D. y C. 42:61)         El sintonizarnos con su frecuencia no es otra cosa que elevarnos a un nivel espiritual tal que nos permita mantener una comunicación constante y permanente con Él y esto solo es posible cuando vivimos en dignidad y obediencia a los mandamientos de Dios. “Estábamos sirviendo con el corazón y dispuestas a hacer su voluntad sea la que fuera”

EJERCITAR NUESTRA FE PARA OBEDECER SU DIRECCIÓN.

De máxima importancia en nuestro proceso de instrucción es nuestra responsabilidad de actuar, sin demora, de acuerdo con los susurros del Espíritu que recibimos. El presidente Thomas S. Monson declaró:

“Velamos y esperamos. Escuchamos para oír esa voz suave y apacible; cuando esa voz habla, toda persona sabia obedece. No debemos postergar la inspiración del Espíritu” (Thomas S. Monson, “El espíritu vivifica”, Liahona, junio de 1997, pág. 4.)

Habiendo Nefi hablado con sus irritados hermanos, trazó un plan en su tercer intento para recuperar las planchas de bronce, había recibido el mandato del Señor, lo acompañaba su fe e “iba guiado por el Espíritu, sin saber de antemano lo que tendría que hacer” (1 Nefi 4:6) . “nos prestamos bateas y salimos a buscar agua. Pero había otro problema: no sabíamos qué dirección tomar, mas no dudábamos que el Señor sí”

Al principio, no siempre entenderemos a plenitud, las implicancias de la dirección del Espíritu Santo. Esther quizás no se imaginó que su sacrificio y fidelidad la llevarían a convertirse en reina; Alma Padre, posiblemente no imaginaría la forma tan milagrosa en que sus oraciones fueran contestadas y la vida de su hijo transformada. El joven José Smith en principio, quizás no asimilaría la trascendencia de aquella obra maravillosa y prodigio que el Padre demandaría de su mano,  mas, de acuerdo con sus tiernas misericordias y poder y con la decisiva guía de este especial Consolador, los judíos fueron liberados, Alma hijo fue convertido, José Smith llegó a ser el Profeta de la Restauración, y en  este humilde relato que hoy nos ocupa, dos vidas fueron traídas a la eterna luz de la verdad.

Invitamos al Espíritu cuando alejados de toda distracción, buscamos al Señor en nuestro diario vivir, al orar a Él con sinceridad cada día, al buscar su consejo en su palabra revelada en las Escrituras, al servir a otros con amor, al adorarle, al difundir el mensaje de salvación al mundo, al hacer brillar su luz en nuestra propia vida. Comprobamos como misioneras que el Espíritu Santo es un personaje real cuya misión es dar testimonio de la verdad y guiarnos hacia toda verdad. Así como nos condujo hacia el camión cisterna que permitiría ser bautizados a dos de sus especiales hijos, así también conducirá a  todo aquel que con humildad, fidelidad y obediencia escuche y reconozca su voz.

“Lo que al principio podría parecer una tarea de enormes proporciones, a medida que pase el tiempo será mucho más fácil si te esfuerzas constantemente por reconocer y seguir la inspiración el Espíritu. Tu confianza en la dirección que recibas por medio del Espíritu Santo también será más fuerte. Te testifico que al ganar experiencia y tener éxito al dejarte guiar por el Espíritu, tu confianza en las impresiones que sientas será mucho más firme que tu dependencia en lo que veas u oigas” (Élder Richar G. Scott)

 

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