¿Por qué nos mentimos a nosotros mismos?

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Recientemente oí a mi hermano contar una historia sobre la presa increíble que diseñé y construí en el laguna detrás de nuestra casa. El embalse resultante proporcionó docenas de horas de diversión infantil para los niños del barrio. ¡Fue un triunfo de ingeniería!

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El problema es que, en la versión de la historia de mi hermano, él diseñó y construyó la presa. Todo fue idea suya.

¡Me quedé impactado! ¿Cómo podía su memoria estar tan equivocada?

Tendemos a pensar en nuestros recuerdos como videos fieles de la realidad. – Lo recuerdo claramente, como si fuera ayer.

A menudo nos equivocamos, especialmente cuando el recuerdo trata de algo que nos importa. Podríamos decir que nuestra memoria natural es un enemigo de la verdad. El problema es especialmente pronunciado cuando se recuerdan las experiencias emocionales, cuando nos hirieron o fuimos maltratados.

En todos los casos, la memoria está más cerca de la narración creativa que la representación histórica. Tomamos algunas percepciones y las unimos con nuestra propia agenda y suposiciones para crear la historia que tiene sentido para nosotros.

Por lo general, contamos historias que nos hacen ver bien, y hacer que nuestros enemigos se ven mal. Cambiamos la historia de maneras importantes sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo.

Me gusta la forma en que dos famosos psicólogos lo dijeron:

“Entre la mentira consciente para engañar a los demás y la autojustificación inconsciente para engañarnos a nosotros mismos, está una fascinante zona gris, patrullada por esa memoria historiadora poco fiable y autosuficiente. Los recuerdos son a menudo podados y moldeados por un sesgo que aumenta el ego, que borra los bordes de los acontecimientos pasados, suaviza la culpabilidad y distorsiona lo que realmente sucedió. . . . Con el tiempo, a medida que las distorsiones egoístas de la memoria entran en juego y olvidamos o distorsionamos sucesos pasados, podemos llegar a creer nuestras propias mentiras poco a poco”. (Tavris y Aronson, Mistakes were make (but not by Me) 2007, página 6)

Mentimos sin saber que lo estamos haciendo. Mentimos para proteger nuestra percepción de nosotros mismos.

Jonathan Haidt, el brillante psicólogo social observó:

Todos cometemos actos egoístas y miopes, pero nuestro abogado interior se asegura de que no nos culpemos a nosotros mismos o a nuestros aliados por ellos. Estamos así convencidos de nuestra propia virtud, pero rápido para ver prejuicios, codicia y duplicidad en los demás. A menudo estamos correctos acerca de los motivos de los demás, pero a medida que aumenta el conflicto, empezamos a exagerar groseramente, tejemos una historia en la que la virtud pura (nuestro lado) está en batalla con el vicio puro (el suyo)” (Happiness Hypothesis, 2006, p. 73).

Comprender que nuestros recuerdos son defectuosos puede ayudarnos a apreciar por qué los resentimientos pueden arder durante décadas, por qué las relaciones se astillan y por qué hay tantos desacuerdos en las reuniones familiares. Estamos seguros de que nuestras historias son correctas, incluso cuando contradicen la experiencia de las otras personas en nuestras vidas.

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¿No hay verdad confiable?

Si somos humildes, quizá nos sintamos tentados a desesperarnos. “¿No puedo confiar en ninguno de mis recuerdos? ¡Estaba tan seguro de que eran exactos!”

En lugar de desesperarnos, es mejor ser abierto. Reconocer que sólo tenemos una perspectiva de la historia y que hemos llenado cualquier vacío con nuestras propias percepciones y preferencias, podemos estar abiertos a las historias de otras personas. Podemos preguntar: “¿Cómo lo recuerdas?”

José Smith dio un hermoso ejemplo de esto. Dijo que “cuando un enemigo había contado una historia escandalosa sobre él, lo cual pasaba a menudo, antes de rendir juicio, hizo una pausa y dejó que su mente regresara a la hora y al lugar y al escenario de la historia para ver si no había dicho alguna palabra o hecho algún acto irreflexivo que pusiera cimiento para que construyera la historia. Si encontraba que lo había hecho, dijo que en su corazón perdonaba a su enemigo y se sentiría agradecido de haber recibido una advertencia de una debilidad que no sabía que poseía” (Jesse W. Crosby en Andrus and Andrus , 1974, They knew the Prophet).

Toma nota cuando empieces a cavar en tus recuerdos con un objetivo específico en mente, ya sea que el objetivo sea exonerarte a ti mismo o convencer a otra persona. Ablanda tus recuerdos con compasión. Reconoce que las personas que nos lastimaron estaban tratando de hacer lo mejor que podían. Reconoce que nuestros propios motivos son a menudo imperfectos.

El mandamiento de Jesús de amarse unos a otros incluye la voluntad de ver lo bueno en otros, de escucharlos, de aprender de ellos y de perdonarlos por ser tan humanos como nosotros.

Dios no tenía la intención de usar nuestros recuerdos para convencer a la gente de lo desagradable. Se propone que usemos la memoria para almacenar la bondad y la felicidad, para recordar Sus dones sagrados. Estate atento a las oportunidades para almacenar la bondad y tener compasión por la imperfección.

Aplicaciones:

Al leer estas ideas, ¿encuentras que en tu memoria has estado acusando a alguien? ¿Te invita el Espíritu a entender y a perdonar?

 

 

Este artículo fue escrito originalmente por Wallace Goddard y fue publicado en LdsMag.com, con el título Why We Lie to Ourselves Español © 2017

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