¿Por qué Dios permite el sufrimiento?

Por qué Dios permite el sufrimiento

¿Por qué Dios permite el sufrimiento?

Una persona puede analizar las terribles circunstancias por las cuales los hijos de Dios deben pasar a través de sus vidas y cuestionarse por qué Él permite que Sus hijos sufran dolor, angustia, dificultades físicas y  carencias de diferentes tipos.

Desde los primeros días de la civilización, los hombres de fe han respondido preguntándose “¿Cómo puede Dios, siendo bueno, permitir el sufrimiento?” Las respuestas resultantes han sido hermosas, esclarecedoras e incluso poderosas.

Por ejemplo, el virtuoso Job perdió a su familia completa, todo su rebaño y sus tierras, así como también su hogar. La descripción del relato bíblico incluye como su cuerpo fue afligido con enfermedades a la piel, su esposa lo instaba a maldecir a Dios y morir, y sus amigos más cercanos lo acusaban de impío. En medio de todas estas dificultades él exclamó, “ Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará sobre el polvo. Y después de deshecha esta mi piel, aun he de ver en mi carne a Dios”   (Véase Job 19:25-26).

El eterno testimonio de Job sobre la realidad y el poder de Dios lo sostuvo a través de sus dolorosas pruebas.

Cuando el Profeta José Smith preguntó en la cárcel de Liberty, “Oh Dios, ¿en dónde estás?” luego, la simple pero poderosa respuesta llegó, “Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento; y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos.” (Véase Doctrina y Convenios 121:7-8).

Y luego le siguió una tierna amonestación:

“Tus amigos te sostienen, y te saludarán de nuevo con corazones fervientes y manos amistosas. No eres aún como Job; no contienden en contra de ti tus amigos, ni te acusan de transgredir, como hicieron con Job”. (Véase Doctrina y Convenios 121:9-10)

¿Cuál es el  propósito del sufrimiento?

Entonces, ¿cuál es el propósito del sufrimiento y las aflicciones? Tenemos la seguridad de heredar la vida eterna si perseveramos en nuestros sufrimientos y aflicciones.

Pero ¿es ese el propósito de la vida, simplemente perseverar ante el sufrimiento?

Tal como Lehi enseñó en el Libro de Mormón, “Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo” (2 Nefi 2:25, énfasis añadido).

Así que el sufrimiento no es el fin de nuestra creación.

Alma compartió verdades adicionales cuando testificó que, “Porque he aquí esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios” (Alma 34:32).

El Señor, quien creó esta tierra para nosotros, decretó, “ y con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que él Señor su Dios les mandare” (Abraham 3:25).

Aquí en la tierra, las personas estamos en un estado de probación o prueba, un tiempo para aprender a vivir como el Señor pide: “Por lo tanto que clase de hombres habéis de ser? En verdad os digo, aun como yo soy.” (3 Nefi 27:27) Así mismo el Señor manda: “Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48).

Con el fin de convertirnos en lo que Dios es, las personas debemos usar el albedrío para escoger la rectitud a pesar de las tentaciones, dificultades y el sufrimiento que nos rodea. “Porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas. Pues de otro modo, no se podría llevar a efecto la rectitud ni la iniquidad, ni tampoco la santidad ni la miseria, ni el bien ni el mal” (2 Nefi 2:11).

El Señor explicó más adelante por medio de revelaciones que “Y es menester que el diablo tiente a los hijos de los hombres, de otra manera estos no podrían ser sus propios agentes; porque si nunca tuviesen lo amargo, no podrían conocer lo dulce” (Doctrina y Convenios 29:39). Una vez más él Señor enseña, “y prueban lo amargo para saber apreciar lo bueno” (Moisés 6:55).

El sufrimiento es el componente clave de las oportunidades temporales y eternas para la felicidad, sin importar si el sufrimiento es causado por descuido personal y desobediencia, o debido a la debilidad o errores de otros, o porque el Señor considera que debemos ser probados y corregidos.

Miremos al Salvador como un ejemplo de fidelidad, perseverancia, súplica, creencia y sufrimiento. Permitamos que el Salvador convierta la noche en día, el dolor en gozo, el daño en sanación, y la duda en entendimiento. Verdaderamente, cuando sufrimos, la frase más bendita en todas las escrituras es “Y aconteció…”

Dios nunca nos abandona ante el sufrimiento.

Cuando el populacho condujo a los Santos de Missouri desde sus hogares en Noviembre de 1833, el Señor enseñó a José Smith un principio clave concerniente al sufrimiento:

“De cierto te digo, concerniente a tus hermanos que han sido afligidos, perseguidos y expulsados de la tierra de su herencia, yo, el Señor, he permitido que les sobrevenga la tribulación con que han sido afligidos, por motivo de sus transgresiones; no obstante, los poseeré y serán míos el día en que yo venga para integrar mis joyas. Por tanto, es preciso que sean disciplinados y probados, así como Abraham, a quien se le mandó ofrecer a su único hijo. Porque todos los que no quieren soportar la disciplina, antes me niegan, no pueden ser santificados.” (D&C 101:1-5).

Esta hermosa perspectiva del propósito del sufrimiento fue incrementada más adelante por una revelación dada a José Smith cinco años después en la cárcel de Liberty.

“Si te es requerido pasar tribulaciones; si te encuentras en peligro entre hermanos falsos; si estás en peligro entre ladrones; si peligras en tierra o mar; si se te acusa con todo género de acusaciones falsas; si te acometen tus enemigos; si te apartan del lado de tu padre y madre, hermanos y hermanas; si con la espada desenvainada tus enemigos te arrebatan del seno de tu esposa y de tu familia, y tu hijo mayor, que solo tiene seis años de edad, se prende de tu ropa, diciendo: Padre mío, padre mío, ¿por qué no puedes quedarte con nosotros? Padre mío, ¿qué van a hacer contigo estos hombres?; y si entonces lo echan de tu lado a fuerza de espada, y te arrastran a la cárcel, y tus enemigos te rodean como lobos que buscan la sangre del cordero; si eres echado en el foso o en manos de homicidas, y eres condenado a muerte; si eres arrojado al abismo; si las bravas olas conspiran contra ti; si el viento huracanado se hace tu enemigo; si los cielos se ennegrecen y todos los elementos se combinan para obstruir la vía; y sobre todo, si las puertas mismas del infierno se abren de par en par para tragarte, entiende, hijo mío, que todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien” (D&C 122:5-7, énfasis añadido).

Ambos pasajes nos demuestran que nunca estamos solos. Dios está siempre con nosotros, incluso en medio de nuestros más grandes sufrimientos.

Él tiene un conocimiento y comprensión perfectas de nuestro sufrimiento, por lo que Él ha declarado: “El Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello. ¿Eres tú mayor que él?” (D&C 122:8).

Esa completa condescendencia divina en beneficio nuestro se encuentra registrada en D&C 19, la que provee una descripción del sagrado sufrimiento dado por Dios mismo:

“Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten; mas si no se arrepienten, tendrán que padecer así como yo; padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu, y deseara no tener que beber la amarga copa y desmayar. Sin embargo, gloria sea al Padre, bebí, y acabé mis preparativos para con los hijos de los hombres.” (D&C 19:16-19).

No temas; Él está contigo.

Todos debemos sufrir con el fin de crecer, progresar, y tener experiencias. Pero si nos arrepentimos, ninguno de nosotros deberá soportar lo que el Señor sufrió por nosotros.

El gran mensaje del Evangelio Restaurado es que Cristo vive, Él es nuestro Salvador Eterno, y comprende a cabalidad nuestros sufrimientos y nos sostiene a través de éstos cuando estamos justo en medio de la agonía.

Nunca estamos solos. Cuando sentimos que queremos gritar con toda la angustia de nuestra alma, “Oh Dios, ¿en dónde estás?” escucharemos la apacible respuesta afirmando, “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te fortalezco; siempre te ayudaré; siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).

 

 

 

 

 

 

Este artículo fue escrito originalmente por Dr. Taylor Halverson y compartido en ldsliving.com, con el título Why does God allow suffering? Español ©2017 LDS Living, A Division of Deseret Book Company | English ©2017 LDS Living, A Division of Deseret Book Company.

 

 

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