Utilizar el albedrío y la revelación para tomar decisiones en la vida

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A lo largo de mi vida, siempre he podido confiar en la promesa de que Dios escucharía y respondería mis oraciones. Una y otra vez he experimentado el sentimiento consolador de paz de que las decisiones que estaba tomando en mi vida iban de acuerdo con el plan que Dios tenía en mente para mí. Sabía cómo se sentía recibir una respuesta a mis oraciones y como resultado, sentía una total confianza en mis decisiones.

Todo eso cambió hace un año y medio.

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En el 2015, estaba a medio camino de graduarme de la universidad y apenas había empezado el proceso de reclutamiento para el periodo de prácticas del siguiente año en verano, el periodo de prácticas que determinaría mi trabajo. Después de un inesperado pero positivo proceso de entrevistas, terminé con varias ofertas de empresas en diferentes ciudades. Al reconocer el impacto de la decisión en el curso de mi vida, llevé mi dilema al Señor y utilicé el ejemplo conocido en DyC 9:8-9 para “estudiarlo en [mi] mente” y luego, consultarle a Dios si era correcto, al saber si era correcto, sentiría ese ardor reconfortante en mi pecho, tomaría mi decisión y avanzaría con seguridad hacia la siguiente etapa de mi vida.

Sin embargo, diferente a mis experiencias anteriores, ese ardor nunca llegó. Cada vez que estaba cerca de tomar una decisión, no sentía nada salvo confusión y silencio. Independientemente de lo que hiciera, parecía no encontrar el camino que se sintiera “correcto.” Con el transcurso del tiempo, incluso empecé a preguntarme si ya no era digna de recibir respuestas de Dios. Finalmente, en el ultimo momento, tomé la mejor decisión que pude y acepté una de las ofertas, aunque todavía no sintiera nada cercano a la sensación de paz con respecto a mi decisión.

Unos meses después, estaba en casa en Salt Lake City por Navidad y visité un barrio de solteros local con uno de mis amigos. Mientras nos sentamos juntos durante la Santa Cena, un pensamiento muy claro vino a mi mente, que me decía que necesitaba regresar a Utah. Me asusté. Al principio no podía decir si el pensamiento era una impresión o un momento de nostalgia, pero sabía por mis años de experiencia cómo se sentían las impresiones y sabía que eso no era nostalgia. No obstante, ya que este nuevo avance sólo parecía generar mayor confusión y ansiedad (y un poco de enojo con el tiempo), decidí simplemente ignorar la impresión y regresar a la universidad.

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Cuatro meses más tarde, fui a una conferencia en otra ciudad y nuevamente, tuve el pensamiento claro de que necesitaba volver a Utah. Solo faltaba un mes para comenzar mi periodo de prácticas y realmente empecé a entrar en pánico. Sabía lo que significaría para mí profesionalmente así como para mi universidad si me retiraba de mis prácticas ahora y regresaba a Salt Lake City sin expectativas y nada salvo un sentimiento.

Cuando regresé de la conferencia, le pedí a mi maestro orientador una bendición del sacerdocio, en la que se me dijo que no había recibido ninguna respuesta a mis oraciones porque el Señor estaba feliz con cualquier decisión que tomara.  También  se me dijo que, en el momento adecuado, entendería lo que significaba esta impresión y cómo debía actuar al respecto. Si bien esta respuesta no resolvía necesariamente mi dilema, por lo menos, aliviaba mis temores de que me hubiera perdido alguna revelación importante y en consecuencia, arruinara mi plan de vida.

Al recordarlo, quizá esta es la lección que el Señor deseaba que aprendiera después de todo. Como el Presidente Nelson dijo en su discurso de la Conferencia General de abril 2018:

Indudablemente, tal vez haya ocasiones en que piensen que los cielos están cerrados, pero les prometo que a medida que sigan siendo obedientes, expresando gratitud por cada bendición que el Señor les dé, y en tanto honren con paciencia el tiempo del Señor, se les dará el conocimiento y la comprensión que buscan. Todas las bendiciones que el Señor tiene para ustedes, incluyendo los milagros, vendrán a continuación. Eso es lo que la revelación personal les traerá.

De manera similar, también estoy aprendiendo que muchas veces no importan las decisiones que tomemos. El Señor desea que seamos personas que oren, no personas que no actúen. Él necesita que aprendamos a pensar por nosotros mismos, si realmente le consultamos en todos nuestros hechos (Alma 37: 37). Por lo tanto, Dios no nos castigará ni nos quitará las oportunidades prometidas si intentamos sinceramente hacer lo correcto, así como un padre no castigará a un niño que sinceramente intenta entender su consejo.

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Esta misma lección también se aborda claramente en la historia del hermano de Jared en el Libro de Mormón. Cuando el hermano de Jared pidió ayuda para iluminar los barcos, en lugar de responder, el Señor se apartó y dijo: “¿Qué quieres que yo haga para que tengáis luz en vuestros barcos?” (Éter 2:23). El hermano de Jared probablemente podría haber regresado con casi cualquier solución (diferente al fuego) y el Señor lo habría aceptado. El objetivo de la experiencia no era que el hermano de Jared aprendiera a hacer piedras brillantes, el objetivo para él era tomar una decisión. Solo entonces el hermano de Jared ejerció el tipo de fe que le permitió ver al Señor y las visiones que seguirían.

En mi caso, dos años y medio después, todavía intento descubrir a qué se refería el Señor con mi regreso a Utah. Sin embargo, creo que era importante que Él esperara para decirme hasta después de haber tomado mi decisión. Por alguna razón, Dios sabía que necesitaría el tiempo y la oportunidad para resolver esto por mí misma y que este proceso sería una prueba importante de fe que me ayudaría a crecer de maneras que todavía no podía entender. Contrariamente a mi perspectiva de toda la vida, creo que Dios a veces se toma una pausa y permanece en silencio, incluso en las decisiones importantes, porque Él sabe que estamos listos para crecer.

Como el Presidente Nelson dijo en la Conferencia General:

“Los exhorto a que se esfuercen más allá de su capacidad espiritual actual para recibir revelación personal, porque el Señor ha prometido: “Si pides, recibirás revelación tras revelación, conocimiento sobre conocimiento, a fin de que conozcas los misterios y las cosas apacibles, aquello que trae gozo, aquello que trae la vida eterna.”

Si bien todavía me queda un largo camino por recorrer en mi travesía, sé que el Señor no me ha abandonado en mis esfuerzos, sino que me da una oportunidad increíble para ejercer la fe que he desarrollado con el transcurso de los años. Lo más importante, a pesar de los desafíos, sé que Él todavía está ahí, sosteniendo mi mano así como antes, pero espera que yo dé el siguiente paso.

Artículo originalmente escrito por Christine Beck y publicado en lds.org con el título “Using Agency and Revelation to Make Life Decisions.”

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