5 Maneras de combatir la vergüenza en la Iglesia

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La vergüenza puede ser algo muy difícil de tratar en la Iglesia. Los que luchan contra la pornografía, la adicción al sexo, el alcoholismo, la adicción a las drogas y muchos otros pecados son especialmente propensos a sentir vergüenza, sin embargo otras personas también pueden sentir vergüenza.

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Cuando sentimos vergüenza, queremos ocultar nuestros errores. Sentir vergüenza puede llevar a la depresión y al odio hacia nosotros mismos. La vergüenza siempre es mala para la salud y nunca conduce al arrepentimiento sincero.

La culpa, por otro lado, puede ser algo bueno si es que nos lleva a arrepentirnos. Brené Brown cree que “la diferencia entre la vergüenza y la culpa se entiende mejor como la diferencia entre ‘soy malo’ e ‘hice algo malo’. La culpa = hice algo malo. La vergüenza = Soy malo.” (Daring Greatly, 71).

Queremos que los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días eviten la vergüenza. Aquí hay 5 consejos que puedes seguir para tratar de combatir la vergüenza en la Iglesia.

1. Detener el chisme

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Hablar de otras personas nunca ayuda. Cuando se trata de la vergüenza, los chismes pueden ser extremadamente hirientes.

Hace varios años, escuché una conversación entre un misionero que había regresado a casa antes de tiempo y uno de sus buenos amigos. Era la primera vez que los dos amigos se veían desde que el misionero regresó a casa. Después de una ligera conversación, el amigo le dijo al misionero que había regresado a casa: “Escuché que regresaste a casa por tu novia.”

El misionero retornado se veía sorprendido, enojado y profundamente herido. Él replicó de inmediato, “¿Quién dijo eso?” Después de un incómodo silencio, el amigo respondió: “Mis padres”. Luego el misionero respondió “eso no es cierto”. Eso no es cierto.”

El misionero no quería regresar a casa, pero había retornado por razones médicas. Pero, incluso si los rumores que se difundieron a través de los chismes eran ciertos, ¿cómo crees que se sintió el misionero cuando escuchó a otros examinar meticulosamente uno de los eventos más dolorosos y vergonzosos de su vida?

Lo más probable es que un misionero que regresa a casa antes de tiempo, ya se sienta avergonzado. Cuando propagamos chismes, ayudamos a alimentar un entorno donde la competencia, la comparación y la vergüenza prosperan.

2. Deja de compararte con los demás

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Me encanta la competencia. Crecí jugando baloncesto, fútbol y otros deportes competitivos. Mis cuatro hermanos y una hermana también aman competir. Creo que una competencia sana puede ayudar a que las personas se conviertan en su mejor yo. Sin embargo, cuando la competencia se convierte en el origen de la comparación poco saludable, crea una cultura de vergüenza.

Para ilustrar esto, echemos un vistazo al cuento para niños de Eric Carle, titulado “The Mixed-up Chameleon”. En el cuento, un camaleón vive lo que parece una vida mundana y poco emocionante. Un día se encuentra en un zoológico, ve muchos animales hermosos y comienza a compararse con ellos.

Él desea ser grande y blanco como un oso polar, hermoso como un flamenco, inteligente como un zorro, un buen nadador como un pez, rápido como un ciervo, alto como una jirafa, tener un caparazón en donde esconderse como una tortuga, ser fuerte como un elefante, y ser divertido como un foca. Durante la historia, asume una parte del cuerpo de cada animal que admira hasta que se convierte en una criatura completamente diferente.

Cuando se compara con los otros animales, se siente avergonzado de quién es, hasta que una mosca vuela y se le recuerda lo hambriento que está. No puede atrapar la mosca mientras imita a todas las otras criaturas en el zoológico. Sólo cuando regrese a su forma de camaleón podrá satisfacer su hambre.

La comparación puede hacer que nosotros mismos y otras personas sintamos vergüenza. Uno de los grandes problemas con la comparación es que siempre habrá alguien más hermoso, rico, inteligente, atlético o exitoso.

La comparación nos hace sentir inseguros con respecto a nosotros mismos, lo que a su vez nos hace odiar a los que parecen ser mejores que nosotros y atacar a los que parecen vulnerables para sentirnos mejor.

La comparación es uno de los fundamentos de la vergüenza, nos hace sentir que la única forma de ocultar nuestra vergüenza es avergonzar a los demás. Conduce al chisme y crea divisiones en nuestras relaciones. Si te encuentras comparándote con los demás, detente.

3. Esta bien tener imperfecciones

Brené Brown dice: 

“Cuando el perfeccionismo está conduciendo, la vergüenza siempre está de copiloto, y el miedo es el molesto pasajero del asiento trasero”. 

El perfeccionismo está intrínsecamente vinculado a la vergüenza. El perfeccionismo conduce a la vergüenza porque somos humanos y no somos, ni seremos nunca en esta vida, perfectos.

Los perfeccionistas tienen dificultades para lidiar con esa verdad. Quieren parecer perfectos a los demás aunque sea imposible. Los perfeccionistas tienen dificultades para buscar ayuda porque creen que deberían poder hacerlo todo por sí mismos.

Cuando los perfeccionistas pecan o cometen errores, se sienten avergonzados y tratan de ocultar sus imperfecciones. Los perfeccionistas a menudo no alcanzan sus imposibles expectativas, lo que hace que se sientan más avergonzados. Para un perfeccionista, todo debe parecer como si estuviera en orden e impecable a pesar de que los humanos son desordenados y falibles y la vida casi siempre es caótica.

No estoy diciendo que no debemos buscar mejorar o que la perfección eterna no debería ser nuestro objetivo final, pero somos humanos y nunca lograremos la perfección durante la mortalidad. La perfección sólo puede suceder en la próxima vida, por lo que es dañino golpearnos y sentirnos avergonzados porque no somos perfectos ahora.

Cecil O. Samuelson afirma: 

“Es desafortunado que algunos consideren que esta perfección debe ocurrir de inmediato […] si bien debemos involucrarnos en el proceso de la perfección, debemos reconocer que lograr esta meta probablemente llevará mucho tiempo para todos nosotros.” 

Comprende que es normal que todos cometamos errores.

4. Cuidado con las etiquetas

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Para enfatizar lo que quiero decir con las etiquetas, déjame contarte una historia. Esta historia se puede encontrar en el libro para niños de Max Lucado, “You are special”.

En la historia había una comunidad de pequeñas personas de madera llamadas Wemmicks, creada por un carpintero llamado Eli. Todos los días estos Wemmicks se daban pegatinas. Algunas eran pegatinas de estrellas doradas y otras eran pegatinas de puntos grises.

Si un Wemmick pensaba que otro Wemmick era hermoso o talentoso, le daba una estrella dorada; pero si un Wemmick pensaba que otro era tonto o feo, le colocaba una etiqueta con un punto gris. Punchinello fue uno de los Wemmicks a los que sólo se les dieron pegatinas de puntos grises, sin importar lo mucho que intentó obtener una pegatina de estrella dorada.

“Se merece muchos puntos”, decía la gente de madera estando de acuerdo entre sí. “No es una buena persona de madera”. Después de un tiempo, Punchinello les creyó. “No soy un buen Wemmick”. Punchinello comenzó a sentirse tan avergonzado de las pegatinas de puntos grises que ya no quería salir.

Los Wemmicks se preocupaban por las etiquetas. Cuando regalaban una estrella dorada, etiquetaban al otro Wemmick como una buena persona de madera. Cuando le daban una pegatina de punto gris, etiquetaban al otro Wemmick como una mala persona de madera. Sus pegatinas crearon una cultura de vergüenza.

Brené Brown compartió en Daring Greatly: 

“Resulta que hay una diferencia significativa entre “eres malo” e “hiciste algo malo” […] Si una niña dice una mentira, se puede cambiar ese comportamiento. Si ella es una mentirosa, ¿en dónde está el potencial de cambio?”

¿Cuánto mejor sería si, en lugar de vernos a nosotros mismos como pecadores, nos viéramos a nosotros mismos como hijos de Dios que cometen errores? Cuando evitamos limitarnos a etiquetas, podemos combatir la vergüenza.

5. Tener caridad

Al final, la caridad, o el amor puro de Cristo, es el atributo más importante que podemos desarrollar para combatir la vergüenza. Cuando tenemos caridad, no participamos del chisme, hacemos comparaciones ni nos enfocamos en nuestras imperfecciones. En lugar de colocar etiquetas restrictivas y vergonzosas en los demás y en nosotros mismos, veamos a todos como hijos de Dios.

Buscar el amor puro de Cristo también puede ayudar a combatir nuestra vergüenza personal porque somos preciosos para Él, y Él ve nuestro valor. Brené Brown usa el miedo para definir la vergüenza en varios pasajes de Daring Greatly. Ella escribe: “La vergüenza es el miedo a la desconexión” y “la vergüenza […] está intrínsecamente ligada al temor a no ser amado.”

La vergüenza, entonces, según Brown, es el miedo. Sabemos por 1 Juan 4:18 que “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor”. A medida que desarrollamos la caridad y buscamos la caridad de Cristo, estaremos mejor equipados para combatir la vergüenza en la Iglesia.

Cuando veas a alguien que parece estar pasando por desafíos o alguien que ha cometido errores, no los ridiculices ni los avergüences. En su lugar, busca tener caridad y empatía. Intenta verlos a través de los ojos amorosos de Cristo.

¿Alguna vez has sentido vergüenza y has podido superarla? Comparte tus experiencias en los comentarios.

Este artículo fue escrito originalmente por Derek Lange y fue publicado por mormonhub.com bajo el título “5 Ways to Combat Shame in the Church

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