5 Mitos que podemos creer sobre la enseñanza por el Espíritu

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Declaraciones acerca de la enseñanza por el Espíritu han sido hechas por varias personas. Estos ilustran que hay una serie de conceptos erróneos o malentendidos sobre cómo el Espíritu funciona realmente en los entornos de enseñanza y aprendizaje. 

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Algunas de estas declaraciones tienen elementos de verdad en ellas. Algunos incluso pueden ser completamente ciertos a veces, pero si se los considera reglas o principios fijos, pueden resultar engañosos.

Si estamos enseñando por el Espíritu, incluso los niños pequeños se quedarán en silencio.

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Estuve presente en una capacitación en la que una Presidenta de la Primaria de Estaca hizo esta declaración. Fue una dulce promesa hecha con una convicción sincera. Y estoy seguro de que es cierta en muchos casos. Lo he visto suceder en mí mismo. El problema está en expresarlo de una manera muy general.

Mi reacción inmediata cuando escuché su declaración fue: 

  • ¿Si te encuentras en un barrio donde tienes la última reunión en el horario compartido y la Primaria dura hasta las 4 de la tarde, los niños inquietos, ruidosos e incluso traviesos prueban que la maestra no está en sintonía con el Espíritu? 
  • ¿Qué pasa con el niño travieso de la clase de seminario o la clase de la Escuela Dominical? 
  • ¿Son una prueba de que la maestra o maestro no están cumpliendo con su llamamiento? 

Y decidí que sería particularmente desalentador si creyera que si mis propios hijos no se quedaban en silencio cuando intentaba enseñarles, era porque había fallado en tener el Espíritu.

Creo que una buena manera para saber si estoy enseñando por el Espíritu es que les simpatice a mis alumnos y les guste la clase.

“Joseph and his Brethren” by George Frideric Handel

No hay duda de que un momento poderoso de enseñanza puede calmar incluso a los más traviesos e inquietos. También es cierto que los alumnos fieles y obedientes disfrutarán de cualquier experiencia en la que la enseñanza se realice con la influencia del Espíritu. 

Pero si esta declaración se considera un principio general sobre la enseñanza por el Espíritu, ¿qué hacemos con situaciones como las siguientes?

1. Cuando José les enseñó a sus hermanos lo que había recibido en un sueño, planearon matarlo. Lo arrojaron a un pozo, y luego lo vendieron como esclavo a Egipto (véase Génesis 37:18-28).

2. Después de que Jesús le enseñó a la gente de su ciudad natal de Nazaret, algunos de ellos se indignaron tanto por lo que dijo, lo llevaron a las afueras de la ciudad e intentaron lanzarlo de un precipicio (véase Lucas 4:16-29). .

3. No hay muchos ejemplos en donde Laman y Lemuel estén sentados en silencio mientras Lehi o Nefi los instruyen.

4. La “clase” de Samuel el Lamanita terminó cuando le lanzaron flechas y les arrojaron piedras con sus hondas (véase Helamán 16:2).

5. Los “estudiantes” de Abinadi lo quemaron en la hoguera (véase Mosíah 17).

Las escrituras están llenas de tales ejemplos.

No creo que sea correcto utilizar el humor en nuestras lecciones porque ofende al Espíritu.

historia de la iglesia mormona

El Señor nos advierte que tratemos las cosas sagradas con reverencia y cuidado y que no deben ser tomadas a la ligera. Su consejo es muy directo y frecuentemente repetido en ese sentido. 

“Recordad que lo que viene de arriba es sagrado, y debe expresarse con cuidado y por constreñimiento del Espíritu.” (DyC 63:64). 

En otra parte, se nos advierte contra los “pensamientos ociosos”, la “risa excesiva” y “conversaciones livianas” (DyC 88:69,121). 

A Oliver Cowdery se le dijo que “[cumpliera] con solemnidad la obra que [se le mandó]” (DyC 6:35). 

Así mismo el Señor también dijo que debemos tener “corazones y semblantes alegres” (DyC 59:15) y “Sea de buen ánimo tu corazón ante mi faz” (DyC 112: 4). 

Para los pioneros a punto de cruzar las llanuras, el Señor dijo esto: “Si te sientes alegre, alaba al Señor con cantos, con música, con baile y con oración de alabanza y acción de gracias.” (DyC 136:28).

Siempre debemos tener cuidado de no cruzar la línea entre tener una buena e inocente diversión y la irreverencia. 

A veces se comparten chistes que tratan cosas ligeramente sagradas o se burlan de individuos o grupos de personas. He visto que esto sucede incluso en los entornos formales de enseñanza de la Iglesia, como las reuniones sacramentales, las charlas fogoneras, entre otras. Creo que tales cosas ofenden al Espíritu y hacen que se retire en cierto grado.

Por otro lado, seguramente hay lo que podríamos llamar un humor saludable. La vida misma ofrece más que una cuota de situaciones graciosas y divertidas. Podemos hacer observaciones irónicas que provocan la risa sin menospreciar a los demás o que toman las cosas sagradas a la ligera. 

Una de las cosas que más le gustaban a la gente sobre el Presidente Gordon B. Hinckley era su divertido sentido del humor y su ingenio, sin embargo él nunca cruzó la línea que describimos.

No tuve tiempo de preparar una lección; creo que tendré que enseñar por el Espíritu hoy.

tiempo

 

Sin lugar a dudas, habrá ocasiones en las que se nos pida que enseñemos, pero también pueden surgir circunstancias inesperadas que interfieren en nuestro tiempo de preparación. 

En esas circunstancias, los maestros o padres o líderes del sacerdocio tienen el derecho de pedir ayuda al Espíritu para poder enseñar con poder y eficacia. Pero extender eso a una enseñanza en la que uno se pudo haber preparado de antemano es llevar ese principio demasiado lejos.

Uno de los principios que rige la entrega y recepción de la revelación personal es lo que yo llamo “autosuficiencia espiritual”. Observa cuidadosamente el fuerte lenguaje del Señor ante este concepto:

“Porque he aquí, no conviene que yo mande en todas las cosas; porque el que es compelido en todo es un siervo perezoso y no sabio… De cierto digo que los hombres deben estar anhelosamente consagrados a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad… Mas el que no hace nada hasta que se le mande, y recibe un mandamiento con corazón dudoso, y lo cumple desidiosamente, ya es condenado.” (D. y C. 58: 26-29)

El Elder Neal A. Maxwell dijo esto sobre el no prepararse para enseñar de manera deliberada:

“La enseñanza no elimina la responsabilidad del maestro de prepararse en oración y reflexión. Enseñar por el Espíritu no es el equivalente a seguir como “piloto automático”. Todavía necesitamos un plan de vuelo cuidadosamente elaborado. Estudiar algo en nuestras propias mentes involucra al Espíritu tanto en nuestras preparaciones como en nuestras presentaciones. No debemos equivocarnos, al igual que Oliver Cowdery, al pensar solamente en pedirle a Dios su Espíritu (véase DyC 9:7).”

No estoy interesado en todos estos métodos de enseñanza; sólo quiero enseñar por el Espíritu.

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Esta es un asunto un poco más complicado. Cuando se trata de metodología de enseñanza y las habilidades de enseñanza, existen precauciones y estímulos. Si la declaración anterior refleja una actitud similar a la del maestro y misionero que quería que el Espíritu lo hiciera todo por ellos, entonces no es una decisión sabia. 

En otras palabras, el maestro aquí podría estar diciendo: “Si estoy enseñando por el Espíritu, entonces no tengo que preocuparme por cómo enseño.” Creo que ya hemos demostrado que esa actitud no es agradable para el Señor.

Por otro lado, esa declaración puede reflejar un deseo de confiar más en el Espíritu que en los métodos y la sabiduría de los hombres. La advertencia del Señor en la sección 50 de Doctrina y Convenios es aleccionadora. Si predicamos de otra manera que no sea por el Espíritu de la verdad, no es de Dios.

¿Así que dónde está el balance? ¿Es posible que la disposición de una persona para aprender se reduzca a una presentación aburrida y monótona? 

Si un maestro usa una variedad de métodos efectivos que involucran a los alumnos y los ayudan a atraerlos a la experiencia de aprendizaje, podría mejorar la oportunidad de que el Espíritu trabaje. Eso ciertamente deja en claro que buscar mejorar nuestra habilidad para enseñar el evangelio es agradable para el Señor.

Hemos intentado responder a las preguntas y hemos intentado responder a las diversas declaraciones que a menudo escuchamos. Al final, esto es todo lo que importa:

“Y lo que no edifica no es de Dios, y es tinieblas.” (DyC 50:23)

Este artículo fue escrito originalmente por Gerald N. Lund y es una adaptación del libro “In Tune: The Role of the Spirit in Teaching and Learning” y fue publicado por ldsliving.com bajo el título “5 Myths We Tell Ourselves About Teaching by the Spirit

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