Cómo la Conferencia General me guió al hombre de mis sueños

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“Todos debemos desear y trabajar seriamente para asegurar un matrimonio por la eternidad. Aquellos que ya han logrado un matrimonio en el templo deben hacer todo lo posible por conservarlo. Aquellos que estén solteros deben desear un matrimonio en el templo y realizar esfuerzos prioritarios para obtenerlo.”

El día en que defendí mi tesis doctoral, fui al templo de Mesa, Arizona, para expresar gratitud por la ayuda divina que sentí en toda mi travesía académica. Además, me interesaba planificar qué sería lo siguiente para mi vida. Acepté un puesto para enseñar en la Universidad de Brigham Young y esperaba mudarme a Utah. Sentía que era un nuevo comienzo. Tenía la sensación de que mi vida hizo una especie de borrón y cuenta nueva. Asimismo, las palabras de la anterior conferencia general resonaban en mi mente y mi corazón. En especial, las enseñanzas del Élder Dallin H. Oaks que profundizaron intensamente en mi corazón:

Termino con un ejemplo final de un deseo que debería ser primordial para todos los hombres y las mujeres, los que están casados y los que están solteros. Todos debemos desear y trabajar seriamente para asegurarnos un matrimonio por la eternidad. Aquellos que ya han logrado un matrimonio en el templo deben hacer todo lo posible por conservarlo. Aquellos que estén solteros deben desear un matrimonio en el templo y realizar esfuerzos prioritarios para obtenerlo.

Si bien la declaración era dolorosa de muchas maneras, sabía que debía obedecer. A la edad de cuarenta años, sentía que había hecho todo lo que podía para reaccionar ante mi deseo de estar casada. Estaba exhausta, un poco escéptica y mis esperanzas eran limitadas. Sin embargo, a medida que continuaba considerando la declaración del Élder Oaks, comencé a preguntar qué significaba para mí “realizar esfuerzos prioritarios” para conseguir un matrimonio en el templo. Deseaba obedecer y demostrarle al Señor que este deseo todavía era importante para mí, independientemente del tiempo. En consecuencia, gran parte de mi nuevo tiempo libre lo pasaba reflexionando en lo qué significaba para mí como un mandamiento personal y específico.

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Poco después de mudarme a Utah, estaba estudiando la edición de la conferencia de la revista Liahona. Una mañana en particular, me sentí alentada a concentrarme en los discursos de la sesión del sacerdocio, especialmente en el discurso del Presidente Thomas S. Monson. Cuando leí la siguiente declaración, una impresión vino enérgicamente a mi corazón y mente.

Hermanos, llega el momento en que hay que pensar seriamente en casarse y buscar una compañera con la que quieran pasar la eternidad. Si escogen con prudencia, y si están dedicados al éxito del matrimonio, no hay nada en la vida que les traerá más felicidad.

Cuando se casen, háganlo en la casa del Señor. Para los que poseen el sacerdocio no debería haber otra opción. (“El poder del sacerdocio,” Thomas S. Monson, Conferencia General de abril 2011).

En ese momento, sentí que era el momento de casarme. Si bien había sentido esa impresión en varias ocasiones, el tiempo se sentía exacto. Deseaba estar preparada y ser obediente. Comencé a estudiar nuevamente el discurso del Presidente Thomas S. Monson, esta vez con la intención de descubrir al tipo de hombre que el Señor desearía que buscara como un compañero digno. Sabía que el Profeta me guiaría a discernir correctamente. La siguiente es una lista de los principios que identifiqué mientras estudiaba el discurso del Presidente Thomas S. Monson.

Aunque el Presidente Monson estuviera dirigiéndose a los hermanos del sacerdocio, se sentía como un consejo profético personal respecto a mi futuro compañero.

  • Él tendrá un fuerte testimonio de Cristo.
  • Él rechazará conceptos falsos y enseñanzas falsas.
  • Él ejercerá fe y será rápido para observar.
  • Él estará comprometido a hacer que nuestro matrimonio funcione.
  • Él me será intensamente fiel.
  • Él será sincero tanto de mente como de corazón.
  • Él me demostrará respeto, cortesía e integridad.
  • Él hará y cumplirá convenios.
  • Él trabajará arduamente.
  • Él será disciplinado.

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Si bien la mayor parte del lenguaje de estos diez principios provienen directamente del discurso del Presidente Thomas S. Monson, sentí que el profeta resumía las características y las virtudes específicas de mi futuro compañero y su potencial. Además, sentí que era importante para mí convertirme en cada uno de esos principios. Esto era diferente a las listas que había ideado como mujer joven, que incluía características físicas y profesiones.

Aunque esta no fuera la primera vez en que pensara en el tipo de hombre con quien esperaba casarme, fue la primera vez en mucho tiempo en que sentí esperanza. Parecía como si el profeta estuviera resumiendo atributos específicos para mí. Confiaba en que el Presidente Thomas S. Monson me estuviera prometiendo un compañero igual. De hecho, dijo, “Si escogen con prudencia, y si están dedicados al éxito del matrimonio, no hay nada en la vida que les traerá más felicidad.” Y, sabía que un día podría pedir estas bendiciones.

Por primera vez, en mucho tiempo, me llené de esperanza y deseo. Estos diez principios llegaron a ser metas importantes para mí para esforzarme con el fin de convertirme y desarrollarme en mi propia vida. Cambié la manera en que me enfocaba en mi estudio de las enseñanzas de los profetas y buscar formas de convertirme en el tipo de mujer que deseaba ser. Y, casi un año a la fecha de la presentación de este discurso del Presidente Thomas S. Monson, me comprometí con el hombre de mis sueños.

Déjame ser muy clara: no estoy resumiendo una fórmula sobre cómo conocer y casarte con el esposo de tus sueños. Este ejemplo específico demuestra la manera en que el Espíritu nos enseñará lo que necesitamos aprender en el tiempo apropiado y cuando estemos preparados para las bendiciones prometidas.

Tengo fe en el tiempo del Señor. Igualmente, tengo fe en estar disponible para el Señor con la finalidad de que Él pueda guiarnos a donde necesita que estemos en los tiempos y momentos específicos. Pero, ¿cómo puede pasar eso si no hemos hecho de Sus palabras y enseñanzas nuestra prioridad? Debemos hacer del estudio y la aplicación diaria de las enseñanzas de los profetas vivientes una meta principal. Y, podemos confiar en que Él nos bendecirá con paz a medida que lo hagamos.

Artículo originalmente escrito por Jennifer Brinkerhoff Platt, adaptación del libro “Living Your Convenants Every Day,” y publicado en ldsliving.com con el título “How General Conference Led Me to the Man of My Dreams.”

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